Espiritualidad
Amor y Oblación
En la meditación de la Palabra de Dios, descubrimos el Amor infinito de Dios para nosotros, Amor que nos revela en la Persona de su Hijo.
Por el Espíritu, Jesús vive continuamente unido a su Padre. Se da totalmente al Padre y a los hombres justo a su muerte sobre la Cruz.
Su Oblación (su don) es el fundamento de la nuestra: respuesta de amor al Amor primero de Dios.
Oblatas Religiosas, Seculares, Afiliadas y Hogares Afiliados, estamos unidos por una misma Oblación vivida de una manera diferente según nuestro estilo de vida.
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Unidad y misión
Nos gusta encontrarnos en el Instituto y vivir entre nosotras un espíritu de familia en la alegría y la sencillez.
La unidad nos es primordial: unión de cada miembro al Padre por el Corazón de Jesús, unión entre nosotras para ser signos del Reino y unión con todos aquellos que nos relacionamos.
Para vivir la unidad el capítulo 17 de San Juan es nuestro capítulo de referencia. Nuestra misión: ser en el corazón del mundo testigos del Amor, fermentos de unidad y dar a conocer a los hombres al Dios de ternura, esto es común a todas las Oblatas.
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Oración y acción
Nuestra acción brota de nuestra oración y nuestra contemplación del mundo (acontecimientos, situaciones, personas…) como Santa Teresa de Ávila y San Ignacio de Loyola nos invitan. Ellos guiaron a nuestra fundadora Luisa Teresa de Montaignac.
Continuamos viviendo hoy de su espiritualidad. En la acción, intentamos guardar nuestro corazón unido a Dios.
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La oración forma en nosotras un corazón según el Corazón de Jesús: la suavidad, la humildad, la ternura de su Amor nos transforman progresivamente. Después de haber contemplado como San Juan el amor de su Corazón abierto, llegamos a ser capaces de irradiar su Amor alrededor de nosotras.
La oración, tiempo de diálogo íntimo con el cual uno se sabe amado (Santa Teresa de Ávila), la oración de la Iglesia (Eucaristía, adoración, oficio del tiempo presente…) renuevan nuestro amor y nos dan la fuerza de para testimoniar con audacia y humildad.
La Eucaristía tiene un lugar privilegiado en nuestra vida: unimos nuestra Oblación a la de Jesús, que vino para salvar el mundo.
El amor nos urge a trabajar en la realización de un mundo más humano, más justo y más fraternal luchando contra todo eso que lo obstaculiza.
Damos gracias al Señor por los signos de la construcción de su Reino y llevamos con la Iglesia, las esperanzas, las alegrías y las penas de aquellos con los que nos encontramos y con los cuales trabajamos.
Marie, modelo del corazón que escucha la Palabra de Dios y que se toda entera a la obra del Padre, nos ayuda a vivir nuestro bautismo y a seguir a su Hijo con una confianza filial en todas las circunstancias de nuestra vida.