Espíritu Misionero
"Por la contemplación
del Corazón abierto de Jesús,
nos volvemos fuente de vida y de amor
para nuestros hermanos".
Por Jesús, con Él y en Él, damos gracia al Padre por su Amor. Su Espíritu nos envía a manifestar a los hombres y mujeres el amor con el que son amados y reconocer en ellos este amor. Nos dejamos habitar por su Espíritu para que Jesús pueda actuar a través de nuestras palabras y nuestros gestos.
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Fieles a su consagración bautismal, según su estado de vida, cada Oblata vive la misión de propagar el amor y de dar a conocer la ternura de Dios en sus compromisos familiares, profesionales, sociales, eclesiales… siendo fermento de unidad y de reconciliación.
Nuestra Oblación nos hace disponibles a los llamados del Espíritu. “Vamos donde la gloria de Dios nos llame”. (Luisa Teresa)
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Nuestra misión se arraiga en la oración: “Si yo hago obras estas son el fruto de mi oración”. (Luisa Teresa)
Nuestro Instituto no ha sido fundado para una obra específica: algunos miembros trabajan en la educación,
otros en salud, otros en pastoral… según los dones, los talentos personales y las necesidades del momento.
Estamos profundamente comprometidas en la misión de la Iglesia. Damos preferencia a las actividades que piden poco personal, medios modestos y que se caracterizan por su sencillez, siguiendo a Jesús que vivió pobre, con el corazón abierto a todos.
Como los Apóstoles después de Pentecostés, trabajamos en lo que despierta, nutre, educa la fe y permite un anuncio explícito del Evangelio.
Humildemente, tratamos de contribuir edificando una "Civilización del Amor" trabajando, según los países, cerca de los más pobres, los que no tienen nada, denunciando las injusticias y las opresiones de las que son víctimas.
Ardor, discreción, eficacia, alegría… animan nuestro espíritu misionero.
Las comunidades religiosas son lugares de reciclaje para las Oblatas Seculares, las Oblatas Afiliadas y Hogares Afiliados. Estos encuentros refuerzan nuestra unidad y nuestro dinamismo misionero.
