Oblatas Seculares
“Erase una vez” una mujer que se preocupaba de anunciar la ternura de Dios al mundo de su tiempo, a las personas que conocían las realidades a veces difíciles. El testimonio era más importante que las palabras para decirles que Dios les ama y que les llama a vivir de pie plenamente feliz. Eso pasaba en el siglo XIX y sigue aún hoy.
“Unir mujeres del mundo por la devoción al Corazón de Jesús para anunciar al mundo al Dios de ternura”. Es un poco ambicioso, ¿no? Y por tanto las mujeres pretenden afrontar este reto.
Respondemos a un llamado personal reconocido, confirmado por el Instituto de las Oblatas del Corazón de Jesús.
Oblatas Seculares, permanecemos en nuestro medio de vida, consagrando al mismo tiempo nuestra vida entera por los votos de castidad, de pobreza y de obediencia según nuestros Estatutos.
Algunas de entre nosotras somos: secretarias, enfermeras, profesoras, médicos, ayudantes de laboratorio… es decir, estamos en actividad, o enfermas o jubiladas. Tenemos 25 u 85 años, incluso más.
A veces nuestras familias o nuestros amigos no saben que somos Oblatas Seculares pero a menudo se preguntan de dónde nos viene la alegría que irradiamos en las dificultades, la fuerza que tenemos en las pruebas, la perseverancia en el trabajo a pesar de las deficiencias personales o colectivas.
Trabajamos, oramos, reímos, lloramos… vivimos solas, a veces lejos de otra Oblata, pero tenemos el gusto de encontrarnos en grupos o en reuniones al menos dos veces por trimestre.
¿Qué hacemos durante estas reuniones?
Nosotras oramos, meditamos la Palabra de Dios y profundizamos en la comprensión de nuestros compromisos según nuestros Estatutos. En nuestro compartir de vida, buscamos comprender juntas eso que Jesús nos pide hoy para que el mundo sea más según el proyecto de Dios, un mundo de justicia, de fraternidad, de unidad.
Buscamos cómo cada una va a poner en práctica las prioridades discernidas juntas y nos ayudamos mutuamente para llegar.
Entre las reuniones, pensamos las unas en las otras, nos comunicamos por teléfono, las cartas, la oración…
Pretendemos vivir en comunión las unas con las otras según el pensamiento de nuestra fundadora: “Nada es más importante que la unión entre nosotras”. De vez en cuando, nos encontramos con las Oblatas Religiosas, las Oblatas Afiliadas y los Hogares Afiliados para un tiempo de convivencia, de reflexión o de retiro espiritual.
Nos gusta desarrollar relaciones entre Oblatas de nuestro país y con las de los otros países.
Ponemos nuestra fuerza en la oración, la vida fraternal, la vida sacramental y en particular en la Eucaristía y la Reconciliación. Nos perdonamos cuando nos herimos mutuamente. Somos mujeres comunes que vivimos vidas comunes. La gracia y el compromiso de nuestra Oblación permanecen en todas las situaciones de nuestra vida.